Gema Pérez Rojo | 05 de junio de 2020
La incertidumbre sobre el coronavirus y sus implicaciones puede favorecer la aparición del miedo y poner en riesgo el bienestar. ¿Cómo afrontar esta situación y salir fortalecido?
Es probable que, si lo pensamos, hace mucho tiempo que un tema no acapara tanta atención como el virus COVID-19. Y no solo en los medios de comunicación, sino en nuestras conversaciones (laborales, personales, familiares), en nuestros pensamientos, etc. Y no solo de día, sino que es probable que también esté presente durante la noche. Comenzamos a ver las implicaciones de la situación única y sin precedentes en la que nos encontramos a nivel agudo, en un momento puntual, pero que puede convertirse en crónico (al igual que otros muchos estresores que pueden aparecer en nuestra vida).
Este momento histórico hace que surjan emociones que pueden ser positivas, negativas o ambas al mismo tiempo, pudiendo tener impacto sobre nuestra salud física y emocional a corto, medio y, lamentablemente, a largo plazo.
Las emociones en sí mismas no son ni buenas ni malas, realmente son todas necesarias y tienen un propósito. La cuestión es si se presentan de forma adaptativa o no y, por supuesto, son muchas las variables que pueden influir, incluyendo los eventos y acontecimientos a los que nos tenemos que enfrentar. La situación actual, por las características que tiene, puede fomentar la presencia de emociones negativas, como irritabilidad, impaciencia, nerviosismo y, por lo tanto, es importante percibirlas como comprensibles y normales. Pero la emoción estrella en estas situaciones es el miedo.
El miedo, en sí mismo, es una emoción necesaria (al igual que el resto). Su presencia ayuda a que tomemos precauciones. Por ejemplo, hace que sigamos las recomendaciones que nos van indicando, que no nos pongamos en riesgo innecesario (ni a nosotros ni al resto). Y se ha podido comprobar que su presencia ha resultado efectiva al reducir el número de contagios, por ejemplo, de manera que ese miedo ha tenido un propósito; ha sido útil. Pero ¿en qué situaciones no lo es? Pues cuando el miedo se presenta con una frecuencia e intensidad elevadísimas, impidiéndonos que pensemos. Es lo mismo que ocurre con el resto de las emociones, incluso con las positivas. Puede que en algún momento de su vida haya sentido una alegría inmensa y que, al preguntarle alguien por ello, dijese: «No me salen las palabras, no puedo explicarlo».
Es decir, las emociones pueden bloquear nuestro pensamiento, debido a que la extrema intensidad (o frecuencia) con la que se pueden manifestar hace muy difícil su manejo y gestión, pudiendo provocar que tomemos decisiones incorrectas o que incluso no podamos tomarlas. Hemos oído casos en los medios de comunicación de cómo, especialmente al inicio de la crisis, las personas acudían a comprar cantidades muchísimo más elevadas a las habituales o que determinados productos se quedaran sin stock o que algunas personas han intentado marcharse a otro lugar a pesar de las restricciones de movilidad establecidas. ¿Por qué lo habrán hecho? Pueden existir múltiples causas, pero una de ellas es el miedo, que puede provocar el intento de escapar, de huir para ponerse a salvo, tanto a sí mismo como a sus seres queridos.
¿Qué otras razones pueden hacer que el miedo se dispare en la situación de emergencia sanitaria en la que nos encontramos? Es evidente que el miedo al contagio puede provocarlo. El miedo aparece de forma automática e inconsciente, es muy difícil de controlar y se extiende con muchísima rapidez. Mucho más en los casos en los que el peligro es invisible, sin tratamiento ni vacuna, como es el caso que nos ocupa. Y si a eso se le añade la poca información fiable y científica que tenemos sobre el virus en sí, su facilidad de expansión, la gravedad de los síntomas y que puede ocasionar la muerte, la intensidad de ese miedo es mucho mayor.
Y, además, por la incertidumbre no solo respecto al virus en sí, sino a sus implicaciones. No sabemos realmente cuándo se superará esta situación, ya que está en continuo cambio, ni si habrá consecuencias a nivel laboral, familiar o personal. Esta incertidumbre puede favorecer la aparición del miedo y poner en riesgo el bienestar.
Pero ¿qué se puede hacer? Existen diferentes formas de afrontar esta situación que permitan salir, incluso, fortalecido de ella.
Lo primordial es aprender a manejar y gestionar ese miedo y el resto de las emociones asociadas a la situación actual. Si esto no se aborda en primer lugar, el resto de las recomendaciones serán más difíciles de llevar a cabo. Tal y como hemos señalado, las emociones pueden bloquear la razón, tomar el control y hacer que tomemos decisiones de las que, en un futuro más o menos próximo, podamos arrepentirnos. Para esa gestión emocional se pueden utilizar diferentes técnicas de relajación y respiración que permitan disminuir ese nivel emocional.
Además, centrarse en el presente también puede ayudar. El pasado ya pasó y, aunque lo intente, no puedo cambiarlo. Y el futuro es eso, futuro y, por mucho que lo imaginemos, no tenemos la certeza de que lo deseado o imaginado se cumpla exactamente como yo quiero, lo que puede generar muchas frustraciones a posteriori. Pero lo que es real y sobre lo que puedo trabajar es el presente, de ahí su importancia. Centrémonos en las pequeñas cosas buenas, que las hay, que nos ocurren diariamente. Reflexionemos sobre lo que puedo cambiar y lo que no. Hay situaciones (o elementos de las situaciones), incluida esta, que son incontrolables. Pero siempre puedo hacer algo para intentar sacarle algo que me ayude a darle un sentido a lo vivido. La aceptación y el compromiso con los valores y las técnicas de mindfulness pueden ser útiles.
Solo hay dos maneras de vivir tu vida. Una es como si nada fuera un milagro. La otra es como si todo fuera un milagroAlbert Einstein, físico
Es fundamental comprender y aceptar que vivir es un riesgo en sí, pero que tiene muchísimas cosas buenas, muchas satisfacciones y gratificaciones (incluso en este momento actual). Aunque, como contrapunto, tengamos que asumir que no tenemos el control total sobre los acontecimientos. Las diferentes fases de la desescalada provocarán emociones, positivas y negativas de forma simultánea. Por un lado, la alegría de volver a recuperar «nuestra vida», pero también, como es normal, miedo. Miedo de nuevo por el contagio, por salir de la zona de confort y esa «burbuja de seguridad» que hemos podido crear en este tiempo.
Por ello, es conveniente, siempre con las precauciones marcadas por las autoridades sanitarias y científicas, intentar poco a poco volver a esa ‘nueva normalidad’ de la que tanto se habla hoy en día. En parte, también para que vayamos adaptándonos a este nuevo concepto que permita que dejemos de verlo como algo extraño y ajeno a nosotros.
Me gustaría acabar con una cita de Albert Einstein: «Solo hay dos maneras de vivir tu vida. Una es como si nada fuera un milagro. La otra es como si todo fuera un milagro». ¿Cómo quieres vivirla?
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